Crisol
y criba:
La Palabra de Dios y la del hombre
La Palabra de Dios es un crisol. Lo que ella crea, se funde y fusiona en
un todo, sin aceptar nada como valioso, y sin rechazar nada como carente de
valor. Puesto que posee el Espíritu de Comprensión, sabe muy bien que ella y su
creación constituyen un todo; que rechazar una parte es rechazar el todo, y
rechazar el todo es rechazarse a sí misma. Por consiguiente, ella siempre tiene
el mismo objetivo y el mismo sentido. Por su parte, la palabra del hombre es una
criba. Atrae y rechaza lo que ella crea. Está siempre aceptando esto como amigo,
y rechazando aquello como enemigo. Y confrecuencia, el amigo de ayer se
convierte en el enemigo de hoy, y el enemigo de hoy en el amigo de mañana. Así se
desencadena la cruel e inútil guerra del hombre contra sí mismo. Y todo esto ocurre
porque el hombre no posee el Espíritu Santo, el único que le puede hacer
comprender que él y su creación son una misma cosa; que expulsar al enemigo es
expulsar al amigo, pues ambas palabras, «enemigo» y «amigo», son creaciones de
su palabra, de su yo. Aquello que no os gusta y rechazáis, considerándolo como
malo, es ciertamente aprovechado por alguien o por algo, que lo considera bueno.
¿Acaso una misma cosa puede ser, al mismo tiempo, dos cosas contrarias? No es ni
lo uno ni lo otro; sino que lo que vuestro yo considera malo, otro yo lo
considera bueno. ¿No os he dicho que aquél que puede crear también puede
destruir? Tal como habéis creado un enemigo, podéis destruirlo y volver a
crearlo como amigo. Para ello, vuestro yo necesita ser un crisol. Para ello,
necesitáis tener el Espíritu de Comprensión. Por eso os digo que si oráis para
obtener algo, orad ante todo pidiendo Comprensión. Nunca seáis cribadores,
queridos Compañeros. Pues la Palabra de Dios es Vida y laVida es un crisol en
el cual todo se hace uno e indivisible; todo permanece en perfecto equilibrio y
todo es digno de su autor, la Santa Trinidad.
¡Cuánto más digno debe ser para
vosotros! Nunca seáis cribadores, queridos Compañeros, y adquiriréis tal
dimensión, tan amplia en extensión y comprensión, que no habrá criba alguna que
pueda conteneros. Nunca seáis cribadores, queridos Compañeros. Buscad primero el
conocimiento de la Palabra, para que podáis conocer vuestra propia palabra. Y
cuando sepáis vuestra palabra, echad al fuego todas vuestras cribas, pues vuestra
palabra y la de Dios son la misma, salvo que la vuestra todavía esté cubierta
por los velos. Mirdad os pide que retiréis los velos. La Palabra de Dios es el
tiempo y el espacio sin medida. ¿Ha habido acaso algún tiempo en que no hayáis
estado con Dios? ¿Existe algún lugar en que no estéis con Dios? ¿Por qué cercáis
entonces la eternidad con horas y estaciones? ¿Y por qué encerráis el espacio en
pulgadas y leguas? La Palabra de Dios es Vida sin necesidad de nacer y, por lo
tanto, es inmortal. Entonces,¿por qué vuestra vida está cercada por el
nacimiento y la muerte? ¿Acaso no vivís únicamente la Vida de Dios? ¿Y puede lo
inmortal ser la causa de la muerte? La Palabra de Dios incluye el Todo. En ella
no hay cercas ni barreras. ¿Por qué vuestra palabra está llena de cercas y
barreras? Os digo que vuestra propia carne y vuestros propios huesos no son sólo
vuestros. Innumerables son las manos que junto a las vuestras se introducen en
los eternos depósitos de la tierra y del cielo, de donde vienen y a donde
vuelven vuestros huesos y vuestra carne. Ni tampoco la luz de vuestros ojos es
solamente vuestra. Ella es también la luz de todos los que comparten el
Sol con vosotros.
¿Qué podrían contemplar vuestros ojos en mí, sino hubiese luz
en mí? Es mi luz la que me ve en vuestros ojos. Es vuestra luz la que os ve en
vuestros ojos. Si yo estuviese en la obscuridad total, cuando vuestros ojos me contemplaran,
sólo verían una obscuridad total. El aliento de vuestro pecho no es sólo
vuestro. Todos aquéllos que respiran o que ya respiraron el aire, están
respirando vuestro aliento. ¿No es el aliento de Adán el que todavía respiran
vuestros pulmones? ¿No es el corazón de Adán el que todavía late en vuestros
corazones? Ni tampoco vuestros pensamientos son sólo vuestros. El mar de los
pensamientos los reclama como suyos, y también los seres pensantes que con
vosotros comparten ese mar.Vuestros sueños no son sólo vuestros. Todo el
universo está soñando vuestros propios sueños. Ni tampoco vuestras casas son
solamente vuestras. Ellas son también la residencia de vuestro huésped, de la
mosca, del ratón, del gato, y de todas las criaturas que compartenla casa con
vosotros.
¡Cuidado, pues, con las cercas! Cuando cercáis algo, ponéis el engaño
dentro de ella ydejáis la verdad fuera. Y cuando os volvéis para veros dentro
de la cerca, os encontráisfrente a la muerte, que es otro nombre del
engaño.Inseparable de Dios, ¡oh, monjes!, es el Hombre. Inseparable, pues, de
sus semejantes yde todas las criaturas que proceden de la Palabra.La Palabra es
el océano, vosotros sois las nubes. ¿Y la nube no es acaso nube por lo
quecontiene del océano? Y en verdad, poco juicio tendría la nube que
desperdiciase su vidapara afianzarse en el espacio, con objeto de conservar su
forma y su identidad parasiempre. ¿Qué resultado cosecharía con estos vanos
esfuerzos, sino esperanzas deshe-chas y una amarga vanidad? A no ser que se
pierda, no se podrá hallar. A no ser quemuera y desaparezca como nube, no podrá
encontrar el océano que tiene en sí misma yque es Su único ser.El hombre es una
nube que contiene a Dios en sí mismo. A no ser que se vacíe a sí mismo, no
podrá encontrarse. ¡Y qué alegría la de vaciarse!A no ser que os perdáis para
siempre en la Palabra, no podréis comprender la Palabraque está en vosotros,
vuestro «yo». ¡Ah, qué alegría la de perderse!Una vez más os digo, orad
pidiendo Comprensión. Cuando la Sagrada Comprensiónpenetre en vuestros
corazones, nada habrá en la inmensidad de Dios que no haga vibraren vosotros
una alegre respuesta, cada vez que pronunciéis «yo».Y entonces la propia muerte
pondrá en vuestras manos el arma con la cual venceréis a lamuerte. Y entonces
la vida colocará en vuestros corazones la llave que abre su corazónsin límites,
la llave de oro del Amor.
SHAMADAM (Haciendo alusión a la posición de Mirdad como sirviente): Nunca soñé que tanta sabiduría pudiese ser extraída de un paño de cocina o de una escoba.
MIRDAD: Todo es fuente de sabiduría para el sabio. Para aquél que no es sabio, la propia sabiduría es locura.
SHAMADAM: Tienes una lengua hábil, sin duda. Es sorprendente que la hayas refrenado durante tanto tiempo; si bien tus palabras son muy duras de oír.
MIRDAD: Mis palabras son muy suaves, Shamadam.Tu oído es el duro. Desdichados aquéllos que, oyendo, no oyen y, viendo, no ven.
SHAMADAM: Yo oigo y veo muy bien. No oiré, sin embargo esa locura de que Shamadam es lo mismo que Mirdad; de que el amo y el criado son iguales.