miércoles, 2 de mayo de 2012

Severo Sarduy: Poemas (1937-1993)


                Cobra
                                                            (Fragmento)



Del pene brotan dos ríos –tu piel es un río--: uno, impetuoso, asciende por el lado derecho del cuerpo, ronco, arrastrando arena –te cubro de yeso, con tinta negra y un pincel finísimo te dibujo ascendiendo por el lado derecho, en torrente que con mi respiración crece, engarzadas una en las otras, las consonantes;--; el otro, manso, claro, sube por el costado izquierdo, lentas espirales verdes, algas en los meandros, rumor de polen cayendo, transparencia –te dibujo las vocales.


El centro de tu cuerpo:
seis corolas,
seis nudos,
seis parejas templando.

El semen retenido:
sílabas que se anudan:
ajorcas los tobillos,
letras las rodillas,
sonidos las muñecas,
mantras el cuello.
El semen retenido:
      serpiente que se enrosca y asciende: cascabe-
      les entre las bisagras de las vértebras alrede-
      dor de los huesos aros de escamas y piel
      luciente: aceitados cartílagos se deslizan, ci-
      ñen la médula.
      Loto que estalla en lo alto del cráneo. Pensa-
      miento en blanco.
      Una línea negra limita la figura,
      tres canales la surcan
      que interrumpen flores

                                   el cuerpo
                                   tres ejes
                                   letras los pétalos. 


El émbolo brillante y engrasado...

El émbolo brillante y engrasado
embiste jubiloso la ranura
y derrama su blanca quemadura
más abrasante cuanto más pausado.

Un testigo fugaz y disfrazado
ensaliva y escruta la abertura
que el volumen dilata y que sutura
su propia lava. Y en el ovalado

mercurio tangencial sobre la alfombra
(la torre, embadurnada penetrando,
chorreando de su miel, saliendo, entrando)

descifra el ideograma de la sombra:
el pensamiento es ilusión: templando
viene despacio la que no se nombra. 



Entrando en ti, cabeza con cabeza...

Entrando en ti, cabeza con cabeza,
pelo con pelo, boca contra boca:
el aire que respiras -la fijeza
del recuerdo-, respiro y en la poca

luz de la tarde -rayo que no cesa
entre los huesos abrasados- toca
los bordes de tu cuerpo; luz que apresa
la forma. Ya su cénit la convoca

a otro vacío donde su blancura
borra, marca de arena, tu figura.
El día devorando de sonidos

quema, de trecho en trecho, su espesura
y vuelca de ceniza la textura
en la noche voraz de los sentidos.



La transparente luz del mediodía...

La transparente luz del mediodía
filtraba por los bordes paralelos
de la ventana, y el contorno de los
frutos -o el de tu piel- resplandecía.

El sopor de la siesta: lejanía
de la isla. En el cambiante cielo
crepuscular, o en el opaco velo
ante el rojo y naranja aparecía

otro fulgor, otro fulgor. Dormía
en una casa litoral y pobre:
en el aire las lámparas de cobre

trazaban lentas espirales sobre
el blanco mantel, sombra que urdía
el teorema de la otra geometría.



Las húmedas terrazas dominaban...

                                                                                    A Octavio Paz

Las húmedas terrazas dominaban
el templo, la planicie entre dos mares,
superpuestas, azules, triangulares.
Simétricas estatuas deslizaban

sus fragmentos de mármol por la nieve
-fueron torsos de Apolo, manos anchas
que el musgo ha devorado con sus manchas-
fresca, trazando un laberinto breve.

Los cuerpos arrastrados por el río
han quedado en la arena sepultados
bajo las piedras nítidas del lecho.

En el delta una mano, el globo frío
de unos ojos han sido rescatados.
y más allá una frente, un brazo, el pecho.




No por azar, por gusto del dislate...

                                                                     A Luce López-Baralt

No por azar, por gusto del dislate
ni por obedecer a una figura,
habló de una cegante noche oscura.
Que toda exaltación o disparate

aparente, se indague, y no se ciña
-el lenguaje no basta- a un simple juego:
de granadas y lámparas de fuego
bebió un vino, de antes de la viña.

No percibió ni forma ni sonido,
mas con la sangre lo irrigó un sentido
ajeno a la palabra y a la imagen.

Dejemos, de esa heráldica, que viajen
los símbolos, el mudo abecedario:
agua y sed, brasa y luz, cuerpo y sudario.



Que se quede el infinito sin estrellas...

Que se quede el infinito sin estrellas,
que la curva del tiempo se enderece.
Y pierda su fulgor, cuando se mece
un planeta en su abismo y en las huellas

del estallido primordial. Aquellas
noticias recibidas del comienzo
de las galaxias, del vacío inmenso,
hoy son luz fósil. Paradojas bellas

que anuncian por venir lo transcurrido
y postulan pasado lo futuro.
Universo del pensamiento puro:

un espacio que fluye como un río
y un tiempo sin presente, opaco y frío.
El tiempo de la espera y del olvido.



Cuerpo con cuerpo: las pieles...

Cuerpo con cuerpo: las pieles
se aproximan y se alejan
entre espejos que reflejan
su deseo. No develes
la imagen -esos laureles
fenecen-; no te aconsejo
confiar en ese reflejo,
porque ese doble perverso
te revelará el reverso:
hueso con hueso, pellejo.



El mar con destructora música invocando la helada quietud...

El mar con destructora música invocando la helada quietud, la ciudad que la luz
redescubre jubilosa. El ave gritando toscamente hacia un círculo que el agua desdibuja.
Todo su amplia vigilia lo gobierna -a tientas sus señales conjuro, sus palabras invoco-
menos el agua amenazando desde un duro jardín, menos el agua.
El hombre está solo frente a la luz soñada por Dios. Los gritos de los ángeles, las aguas
de la tierra por él han sido nombradas. He aquí que él se descubre soñado y acepta su señal:
la furia de los ángeles, la nada, el olvido de Dios.


Big bang

Las galaxias parecen alejarse unas de otras a velocidades
            considerables.
Las más lejanas huyen con la aceleración de doscientos
            treinta mil kilómetros por segundo,
próxima a la de la luz.
el universo se hincha.
Asistimos al resultado de una gigantesca explosión.






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