Louis Cattiaux: El ángel de la muerte |
Ascesis
Sólo
después de haber trabajado mucho tiempo, de haber padecido mucho tiempo en el
aprendizaje del oficio y de haber sufrido mucho tiempo en la concentración de la
sensibilidad, el artista puede olvidarlo todo y, después de rechazar toda
coacción y toda razón, puede producir en ese desapego que se denomina
"inspiración".Todos
los que no poseen en sí mismos ese fuego divino, creador, ordenador y
destructor de los mundos fenoménicos son impotentes y deben tomar de los vivos
las apariencias de la vida o, lo que es más sensato, renunciar a dar el pego. El
artista trabaja, como otros se emborrachan o comulgan, hasta el delirio del
alma, hasta la locura creadora, en la euforia que engendra la libertad
perfecta. Ahí,
todas las prudencias, todos los cálculos, todos los deberes y todas las
demostraciones son abolidos por el espasmo de vida y de muerte que diversifica
la creación. Se
necesita la audacia y la inconsciencia del loco, la gratuidad del pobre. Se
necesita la paciencia de la tierra. También hay que ser lo suficientemente
íntimo consigo mismo, ser lo bastante desprendido como para mostrarse desnudo
sin ninguna molestia.
Siempre
experimento un sentimiento de conmiseración y
tristeza cuando veo los groseros
alborotos de los estudiantes, pues parecen pollos que gritan antes de ser
desplumados por la vida, que hará de ellos unos zoquetes adornados, unos peones
raídos, unos intelectuales enmohecidos, serios, prudentes, morales y tan
mediocres en una palabra. Sí, pequeños revolucionarios de cartón, gritad,
aullad, alborotad, vomitad a gusto y haced creer que sois valientes,
espirituales, libres, alegres y, sobre todo, artistas, ya que la vida os va a
desplumar.
Si
poseéis una verdadera personalidad, se desbordará por sí misma; sólo los
fantasmas consumidos y vacíos imitan a los vivos.
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