lunes, 8 de octubre de 2012

Clarice Lispector: Revelación de un Mundo (Crónicas, 1967)


       Dies Irae 


Amanecí con cólera. No, no, el mundo no me agrada. La mayoría de las personas están muertas y no lo saben, o están vivas con charlatanismo.Y el amor, en vez de darse, se exige. Y quienes nos quieren desean que seamos eso que ellos necesitan. Mentir da remordimiento. Y no mentir es un don que el mundo no merece. Y ni siquiera puedo hacer lo que una niña semiparalítica hizo como venganza: romper un jarrón. No soy semiparalítica. Aunque algo me diga que somos todos semiparalíticos. Y se muere, sin siquiera una explicación. Y tener empleadas, llamémoslas de una vez criadas, es una ofensa a la humanidad. Y tener la obligación de serlo que califica como de buena presencia me irrita. ¿Por qué no puedo andar en harapos, como los hombres que a veces veo en la calle con barba hasta el pecho y una Biblia en la mano, esos dioses que hicieron de la locura un modo de entender? ¿Y por qué, sólo porque escribí, piensan que tengo que seguir escribiendo? Les avisé a mis hijos que amanecí con cólera, y que no me llamasen. Pero yo quiero telefonear. Querría hacer algo definitivo que reventase junto con el tendón tenso que sostiene mi corazón. 

¿Y los que desisten? Conozco a una mujer que desistió. Y vive razonablemente bien: el sistema que se armó para vivir es mantenerse ocupada. Ninguna ocupación le agrada. Nada de lo que hice me agrada. Y lo que hice con amor se hizo trizas. Ni amar yo sabía, ni amar yo sabía. E inventaron el Día de los Analfabetos. Sólo leí el titular, me negué a leer el texto. Me niego a leer el texto del mundo, los titulares me hacen montar en cólera. Se conmemora mucho. Se guerrea todo el tiempo. Todo un mundo de semiparalíticos. Y se espera inútilmente el milagro. Y quien no espera el milagro está todavía peor, aún más jarrones necesitaría romper. Y las iglesias están llenas de quienes temen la cólera de Dios. Y de quienes piden la gracia, que sería lo contrario de la cólera. 

           No, no tengo pena de los que mueren de hambre. La ira es lo que me domina. Y me parece correcto robar para comer. —Acabo de ser interrumpida por el llamado telefónico de una muchacha llamada Teresa que se puso muy contenta de que me acordara de ella. Me acuerdo: era una desconocida, que un día apareció en el hospital, durante los casi tres meses que pasé tras salvarme del incendio. Ella se había sentado, se había quedado un poco callada, había hablado poco. Después se había retirado.Y ahora me telefoneó para ser franca: que no escriba en el diario ninguna crónica ni nada parecido. Que ella y muchos quieren que sea yo misma, incluso con remuneración para ello. Que muchos tienen acceso a mis libros y me quieren como soy en el diario. Dije que sí, en parte porque también me gustaría que así fuera, en parte para mostrarle a Teresa, que no me parece semiparalítica, que todavía se puede decir sí. 

              Sí, Dios mío. Que se pueda decir sí. Pero en ese mismo momento algo extraño sucedió. Estoy escribiendo de mañana y el tiempo de pronto se oscureció de tal modo que fue necesario encender las luces. Y hubo otro llamado telefónico: de una amiga preguntándome espantada si aquí también había oscurecido. Sí, aquí es noche oscura a las diez de la mañana. Es la ira de Dios. Y si esa oscuridad se transforma en lluvia, que vuelva el diluvio, pero sin el arca, nosotros que no supimos hacer un mundo donde vivir y no sabemos en nuestra parálisis cómo vivir.    
         Porque sino vuelve el diluvio, volverán Sodoma y Gomorra, que era la solución. ¿Porqué dejar entrar en el arca un par de cada especie? Por lo menos el par humano no ha dado sino hijos, pero no otra vida, aquella que, al no existir, me hizo amanecer con cólera. 
             
              Teresa, cuando tú me visitaste en el hospital, me viste toda vendada e inmovilizada. Hoy me verías más inmovilizada todavía. Hoy soy la paralítica y la muda. Y si intento hablar, sale un rugido de tristeza. Entonces, ¿no es solamente cólera? No, es tristeza también.




                                                                      14 octubre 1967 





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