La Epopeya
del Tres Veces
Nuestro
Prólogo
Se ha buscado la causa de la desunión de los seres humanos y del
irremediable desorden que reina en las condiciones de la vida humana, y en esta
búsqueda se ha criticado, por cierto, al Estado, y a la Iglesia, pero nunca se
ha dado el paso definitivo: hacer responsable al creador de estas
instituciones, que se atribuyó arbitrariamente valor absoluto y se adjudicó el
derecho de disponer de la vida y la muerte de la familia, declarándola su
propiedad y apoderándose de sus bienes.
Ya es tiempo de que nos ocupemos no solo de los síntomas sino también del
germen de la enfermedad y de que al fin reconozcamos en el Patriarcado la causa
tanto de nuestras imperfecciones humanas como también de nuestras formas
artificiales de vida.
Sobrecogedora es la búsqueda simultánea de aquello que tenemos en común y
sobre lo cual pudiéramos descansar, y por otro lado la manifiesta incapacidad
de encontrar lo que se busca. Ya es
ahora tiempo de que nos demos cuenta de que no es afuera donde debemos buscar y
encontrar lo que tenemos en común, sino dentro de nosotros mismos.
¿Qué tienen de común todos los seres humanos? Su estructura dada por la naturaleza:
“Padre”, “Madre”, “Hijo”, estructura que tanto es externa como interna.
Todo ser humano es una trinidad.
Ya el óvulo fecundado contiene en potencia sus tres componentes.
En la hoja exterior, ectoderma, que produce la piel, los órganos de los
sentidos y el sistema nervioso central y establece el enlace con el macrocosmos,
podemos comprobar el principio paterno;
En la hoja interior, endoderma, que desarrolla las vísceras y realiza el
enlace con la tierra, verificamos el principio materno, en la hoja intermedia,
mesoderma, que consiste en una hoja vuelta al ectoderma y otra al endoderma y
de la cual resultan el futuro sostén en sí (esqueleto), la acción (musculatura
estriada), la vida que da impulso y provoca la circulación (corazón), la
responsabilidad en la conservación de la especie (glándulas germinativas) se
nos presenta el principio filial.
Con estos tres principios nace el hombre y puede desarrollarse
armónicamente sólo cuando después de nacer ve que sus tres componentes son del
mismo modo fomentados.
Pero en toda la historia de la humanidad conocida por nosotros el
equilibrio de estas tres componentes se halla destruido.
En el primer período, mediante la exagerada acentuación del componente
filial. (Filiarcado: nómades que migran al encuentro de la primavera y
sacrifican a los padres que de todas maneras sucumbirían en el viaje; por
consiguiente la época llamada en la Mitología de todos los pueblos “Edad de
Oro”, y de la “Eterna Juventud” ).
En el segundo período, mediante la exagerada acentuación del componente
materno. (Matriarcado: Proyección del
hogar microcósmico, el útero, en el macrocosmos, vida sedentaria, agricultura,
arquitectura, comienzo de la “cultura”; eliminación del padre del hogar, y
reacción a ello: formación de asociaciones masculinas en la selva, iniciación
de los hijos varones en estas sociedades masculinas, inventos de los utensilios
de pesca y caza y de las armas, y el comienzo de la investigación de las
fuerzas naturales y de su dominio).
En el tercer período, mediante la exagerada acentuación del componente
paterno. (Patriarcado: descubrimiento y apropiación de la tierra, conquista del
hogar materno, caída del Matriarcado, llamada en la Mitología “la lucha de la
luz, Patriarcado, contra las tinieblas, Matriarcado” Establecimiento del
derecho paterno absoluto.)
En éste último estamos todavía atavísticamente envueltos, y adquirimos
mayoría de edad como especie solo en el caso de liberarnos del gobierno del
padre absoluto. No solo a él pertenece
la tierra, se ha apropiado de ella y la ha repartido conforme al poder y
arbitrio, de tal modo que ya no sabemos que hacer con tantas Patrias. He aquí que soñamos con un Gobierno Mundial
Supernacional y olvidamos que con ello no atacamos la enfermedad, el
Patriarcado atavístico, de manera que en realidad eludimos la verdadera salud
de las relaciones humanas. La tierra no
debe ser más un campo de lucha de conquistadores: la Tierra está conquistada y
es Tres Veces Nuestra, pertenece al padre, la madre y el hijo.
¿Pero cómo debemos liberarnos del dominio del padre absoluto? Solo así: no sirviéndole nadie más en todo el
mundo y simultáneamente. Esta es la
única revolución que tiene derecho a llamarse así, porque ella significa
evolución, desenvolvimiento armónico de los tres componentes.
Hasta aquí todas las revoluciones dentro del patriarcado no han hecho sino
colocar al hijo en el puesto del padre.
El Tres Veces Nuestro coloca al padre, a la madre y al hijo en sus
derechos naturales. Punto de partida
para comprobar estos derechos es el conocimiento de las funciones biológicas de
estos tres componentes.
Funciones paternas:
Engendrar, crear, producir, darle forma al regalo de la vida desde el pan
hasta el arte.
Funciones maternas:
Recibir, alimentar, educar y entregar a la vida el ser completo.
Funciones filiales:
Desarrollarse, aprender, desear y ser libre.
Pero donde y cuando el padre absoluto asume autoritariamente funciones
maternas y filiales, torna la alimentación en negocio, la educación en
esclavitud, el deseo en arbitrio, la libertad en ansia de dominio, y en vez de
entregar a la vida el ser completo lo entrega a la guerra y a la muerte. Así se venga en la especie el crimen contra
la naturaleza.
Después de haber realizado históricamente las tres posibilidades del
desequilibrio de los tres componentes la Humanidad no tiene para desarrollarse
y cumplir con su misión otra alternativa que realizar el equilibrio de los tres
componentes.
Podemos organizarnos con los Tres que en verdad somos, una sola familia
sobre la tierra ( en vez de combatirnos y destruirnos mutuamente), una familia
que lleva su menaje libre e independiente, sin el negocio (Política) , ni la
mediación (Diplomacia), ni la presión (Ejército) de padres especuladores
estatales y eclesiásticos.
Padre, Madre, Hijo trabajan voluntaria y responsablemente uno para el otro
y no necesitan recompensa alguna, porque cada uno de ellos vive en el Tres
Veces Nuestro, que no conoce ni fronteras ni negocio con los bienes de la
tierra y rendimiento del ser humano.
Cada uno despliega su actividad por propia elección, por amor a su
actividad, y nadie se castigará a sí mismo no haciendo nada. Pero en el Patriarcado trabajamos para ganar
dinero, sin considerar si somos aptos para determinada clase de trabajo, y, por
lo tanto, se pierde en su mayor parte, la energía de la especie. De aquí provienen las preocupaciones
económicas del patriarcado.
Pero este fracaso de la economía artificial del Padre absoluto no es
nuestra única falla: fracasamos en nosotros mismos.
Fracasamos en nosotros mismos, porque, bajo la presión de la exclusiva
orientación hacia el patriarcado, no solo dejamos de desarrollar los
componentes maternos y filiales, sino desarrollamos aun equívocamente el
componente paterno, obligados a aceptar como verdaderos sus arbitrarios
supuestos, sus erróneas valoraciones, sobre la base de una milenaria educación
patriarcal.
Esta violó la Naturaleza del ser humano y con derecho podemos decir que al
ser humano aún no lo conocemos.
La educación, basada en el armónico cultivo de los tres componentes, nos
mostrará lo que es por naturaleza el ser humano.
Los principios paterno, maternal y filial no dependen del sexo ni de la
edad.
Aclarar todos los pormenores de este proceso de necesaria investigación no
puede ser la tarea de un prólogo.
El tema está dado. Su desarrollo
debería recomendarse a institutos de investigación universales del Tres Veces
Nuestro.
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