El Conde de Lautréamont
Su nombre verdadero se ignora. El conde de Lautréamont es pseudónimo. Él
se dice montevideano; pero ¿quién sabe nada de la verdad de esa vida sombría,
pesadilla tal vez de algún triste ángel a quien martiriza en el empireo el
recuerdo del celeste Lucifer? Vivió desventurado y murió loco. Escribió un
libro que sería único si no existiesen las prosas de Rimbaud; un libro
diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y penoso; un libro en que se oyen
a un tiempo mismo los gemidos del Dolor y los siniestros cascabeles de la
Locura. León Bloy fué el verdadero descubridor del conde de Lautréamont. El furioso San Juan de Dios hizo ver como llenas de luz las llagas del alma del
Job blasfemo. Mas hoy mismo, en Francia y Bélgica, fuera de un reducidísimo
grupo de iniciados, nadie conoce ese poema que se llama Cantos de Maldoror, en
el qual está vaciada la pavorosa angustia del infeliz y sublime montevideano,
cuya obra me tocó hacer conocer a América en Montevideo. No aconsejaré-yo a la
juventud que se abreve en esas negras aguas, por más que en ellas se refleje la
maravilla de las constelaciones. No sería prudente a los espíritus jóvenes
conversar mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarría
literaria, o gusto de un manjar nuevo. Hay un juicioso consejo de la Kábala:
"No hay que juzgar al espectro, porque se llega a serlos". Y si
existe autor peligroso a este respecto, es el conde de Lautréamont. ¿Qué
infernal cancerbero rabioso mordió a esa alma, allá en la región del misterio,
antes de que viniese a encarnarse en este mundo?
Los clamores del teófobo ponen espanto en quien los escucha. Si yo llevase a
mi musa cerca del lugar en donde el loco está enjaulado vociferando al viento,
le taparía los oídos. Como a Job le quebrantan los sueños y le turban las visiones. Como Job,
puede exclamar: "Mi alma es cortada en mi vida; yo soltaré mi queja sobre
mí y hablaré con amargura de mi alma". Pero Job significa "el que
llora"; Job lloraba y el pobre Lautréamont no llora. Su libro es un
breviario satánico; impregnado de melancolía y de tristeza. <<El espíritu
maligno— dice Quevedo en su Introducción a la vida devota— se deleita en la
tristeza y melancolía por cuanto es triste y melancólico, y lo será
eternamentea.
Más aún: quien ha escrito los Cantos de Maldoror puede muy bien
haber sido poseso. Recordaremos que ciertos casos de locura que hoy la ciencia
clasifica con nombres técnicos en el catálogo de las enfermedades nervíosas,
eran y son vistos por la Santa Madre Iglesia como casos de posesión para los
cuales se hace preciso el exorcismo. "¡Alma en ruinas!>, exclamaría
Bloy con palabras húmedas de compasión.
Job: "El hombre nacido de mujer, corto de días y, harto de
desabrimiento..."
Lautréamont: "Soy hijo del hombre y de la mujer, según lo que se me
ha dicho. Eso me extraña. iCreía ser más!"
Con quien tiene puntos de contacto es con Edgar Poe.
Ambos tuvieron la visión de lo extranatural, ambos fueron perseguidos por
los terribles espíritus enemigos, "horlas" funestas que arrastran al
alcohol, a la locura, o a la muerte; ambos experimentaron la atracción de las
matemáticas, que son, con la teología y la poesía, los tres lados por donde
puede ascenderse a lo infinito. Mas, Poe fué celeste, y Lautréamont infernal.
Escuchad estos amargos fragmentos:
"Soñé que había éntrado en el cuerpo de un puerco, que no me era
fácil salir, y que enlodaba mis cerdas en los pantanos más fangosos. ¿Era ello
como una recompensa? Objeto de mis deseos: ¡no pertenecia más a la humanidad!
Así interpretaba yo, experimentando una más que profunda alegría. Sin embargo,
rebuscaba activamente qué acto de virtud había realizado, para merecer de parte
de la Providencia este insigne favor...
"Mas, ¿quién conoce sus necesidades íntimas, o la causa de sus goces
pestilenciales? La metamorfosis no pareció jamás a mis ojos, sino como la alta
y magnífica repercusión de una felicidad perfecta que esperaba desde hacía
largo tiempo. ¡Por fin había llegado el día en que yo me convirtiese en un
puerco! Ensayaba mis dientes sobre la corteza de los árboles; mi hocico, lo
contemplaba con delicia. "No quedaba en mi la menor partícula de divinidad":
supe elevar mi alma hasta la excesiva altura de esta voluptuosidad
inefable."
León Bloy, que en asuntos teológicos tiene la ciencia de un doctor,
explica y excusa en parte la tendencia blasfematoria del lúgubre alienado,
suponiendo que no fue sino un blasfemo por amor. <Después de todo, este odio
rabioso para el Creador, para el Eterno,.para el Todopoderoso, tal como se
expresa, es demasiado vago en su objeto, puesto que no toca nunca los
Simbolos>, dice. Oid la voz macabra del raro visionario . Se refiere a los
perros nocturnos, en este pequeño poema en prosa, que hace daño a los nervios.
Los perros aúllan: "sea como un niño que grita de hambre, sea como un a
gato herido en el vientre, bajo un techo, sea como a una mujer que pare; sea
como un moribundo atacado de la peste, en el hospital; sea como una joven que
canta un aire sublime—contra las estrellas al Norte, contra las estrellas al
Este, contra las estrellas al Sur, contra las estrellas al Oeste; contra la
luna; contra las montanas; semejantes, a lo lejos, a rocas gigantes, yacentes en
la obscuridad—; contra el aire frío que ellos aspiran a plenos pulmones, que
vuelve lo interior de sus narices rojo y quemante; contra el silencio de la
noche; contra las lechuzas, cuyo vuelo oblicuo les roza los labios y las
narices, y que llevan un ratón o una rana en el pico, alimento vivo, dulce para
la cría; contra las liebres que desaparecen en un parpadear; contra el ladrón
que huye, al galope de su caballo, después de haber cometido un crimen; contra
las serpientes agitadoras de hierbas, que les ponen temblor en sus pellejos y
les hacen chocar los dientes —contra sus propios ladridos, que a ellos mismos
dan miedo; contra los sapos, a los que revientan de un solo apretón de
mandibulas (¿para que se alejaron del charco?); contra los árboles, cuyas hojas
muellemente mecidas son otros tantos misterios que no comprenden, y quieren
descubrir con sus ojos fijos inteligentes—; contra las arañas suspendidas entre
las largas patas, que suben a los árboles para salvarse; contra los cuervos que
no han encontrado qué comer durante el día y que vuelven al nido, el ala
fatigada, contra las rocas de la ribera; contra los fuegos que fingen mástiles
de navíos invisibles; contra el ruido sordo de las olas; contra los grandes
peces que nadan mostrando su negro lomo y se hunden en el abismo—, y contra el
hombre que les esclaviza..."
"Un dia, con ojos vidriosos, me dijo mi madre:
>—Cuando estés en tu lecho, y oigas los aullidos de los perros en la
campaña, ocúltate en tus sábanas, no rías de lo que ellos hacen, ellos tienen
una sed insaciable de lo infinito, como yo, como el resto de los humanos, a la
figure pale et longue...> <:Yo—sigue él—, como los perros sufro la
necesidad de lo infinito. ¡No puedo, no puedo llenar esa necesidad!" Es
ello insensato, delirante; <mas hay algo en el fondo que a los reflexivos
hace temblar.
Se trata de un loco, ciertamente. Pero recordad que el deus enloquecía a
las pitonisas, y que la fiebre divina de los profetas producia cosas
semejantes: Y que el autor "vivió" eso, y que no se trata de una
<obra literaria>, sino del grito, del aullido de un ser sublime
martirizado por Satanás.
El cómo se burla de la belleza—como de Psiquis por odio a Dios—, lo veréis
en las siguientes comparaciones, tomadas de otros pequeños poemas :
<...El gran duque de Virginia, era bello, bello como una memoria sobre
la curva que describe un perro que corre tras de su amo . . . > "El
vautour des agneaux, bello como la ley de la detención del desarrollo del pecho
en los adultos cuya propensión al crecimiento no está en relación con la
cantidad de moléculas que su organismo se asimila...El escarabajo, "bello
como el temblor de las manos en el alcoholismo . ."
El adolescente, "bello eomo la retractibilidad de las garras de las
aves de rapiña", o aún "como la poca seguridad de los movimientos
musculares en las llagas de las partes blandas de la región cervical
posterior", o, todavía, "como esa trampa perpetua para ratones
toujours retendu par l'animal pris, qui peut prendre seul des rongeurs
indéfiniment et fonctionner même caché sous la paille>, y, sobre todo, bello
"como el encuentro fortuito sobre una mesa de disección, de una maquina de
coser y un paraguas..."
En verdad, ¡oh espíritus serenos y felices!! que eso es de un
"humor> hiriente y abominable.
¡Y el final del primer canto! Es un agradable cumplimiento para el lector
el que Baudelaire le dedica en las Flores del Mal, al lado de esta despedida:
Adieu, vieillard, et pense à moi, si tu m'as lu. Toi, jeune homme, ne te
désespére [sic] point; car tu as un ami dans le vampire, malgré ton opinion
contraire. En comptant l'acarus sarcopte qui produit la gale, tu auras deux
amis.
El no pensó jamás en la gloria literaria. No escribió sino para sí mismo.
Nació con la suprema llama genial, y esa misma le consumió.
El Bajísimo le poseyó, penetrando en su ser por la tristeza. Se dejó caer.
Aborreció al hombre y detestó a Dios. En las seis partes de su obra sembró una
Flora enferma, leprosa, envenenada. Sus animales son aquéllos que hacen pensar
en las creaciones del Diablo: el sapo, el buho, la víbora, la araña. La
Desesperación es el vino que le embriaga. La Prostitución, es para él, el
misterioso símbolo apocalíptico, entrevisto por excepcionales espiritus en su
verdadera transcendencia: "Yo he hecho un pacto con la Prostitución, a fin
de sembrar el desorden en las familias .. ¡Ay...! ¡Ay...!, grita la bella mujer
desnuda: los hombres algún dia serán justos. No digo más. Déjame partir, para
ir a ocultar en el fondo del mar mi tristeza infinita. No hay sino tú y los
monstruos odiosos que bullen en esos negros abismos, que no me desprecien"
.
Y Bloy: "El signo incontestable del gran poeta es la
"inconsciencia" profética, la turbadora facultad de proferir sobre
los hombres y el tiempo, palabras inauditas cuyo contenido ignora él mismo. Esa
es la misteriosa estampilla del Espíritu Santo sobre las frentes sagradas o
profanas. Por ridículo que pueda ser, hoy, descubrir un gran poeta y
descubrirle en una casa de locos, debo declarar en conciencia, que estoy cierto
de haber realizado el hallazgo."
El poema de Lautréamont se publicó hace diez y siete años en Bélgica. De
la vida de su autor nada se sabe. Los "modernos" grandes artistas de
la lengua francesa, se hablan del libro como de un devocionario simbólico,
raro, inencontrable.
[Ecrit en 1893, publié en 1896]
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