viernes, 28 de junio de 2013

Mikhail Naimy: El Libro de Mirdad (1889-1988)


Crisol y criba: 
   La Palabra de  Dios y la del                  hombre




La Palabra de Dios es un crisol. Lo que ella crea, se funde y fusiona en un todo, sin aceptar nada como valioso, y sin rechazar nada como carente de valor. Puesto que posee el Espíritu de Comprensión, sabe muy bien que ella y su creación constituyen un todo; que rechazar una parte es rechazar el todo, y rechazar el todo es rechazarse a sí misma. Por consiguiente, ella siempre tiene el mismo objetivo y el mismo sentido. Por su parte, la palabra del hombre es una criba. Atrae y rechaza lo que ella crea. Está siempre aceptando esto como amigo, y rechazando aquello como enemigo. Y confrecuencia, el amigo de ayer se convierte en el enemigo de hoy, y el enemigo de hoy en el amigo de mañana. Así se desencadena la cruel e inútil guerra del hombre contra sí mismo. Y todo esto ocurre porque el hombre no posee el Espíritu Santo, el único que le puede hacer comprender que él y su creación son una misma cosa; que expulsar al enemigo es expulsar al amigo, pues ambas palabras, «enemigo» y «amigo», son creaciones de su palabra, de su yo. Aquello que no os gusta y rechazáis, considerándolo como malo, es ciertamente aprovechado por alguien o por algo, que lo considera bueno. ¿Acaso una misma cosa puede ser, al mismo tiempo, dos cosas contrarias? No es ni lo uno ni lo otro; sino que lo que vuestro yo considera malo, otro yo lo considera bueno. ¿No os he dicho que aquél que puede crear también puede destruir? Tal como habéis creado un enemigo, podéis destruirlo y volver a crearlo como amigo. Para ello, vuestro yo necesita ser un crisol. Para ello, necesitáis tener el Espíritu de Comprensión. Por eso os digo que si oráis para obtener algo, orad ante todo pidiendo Comprensión. Nunca seáis cribadores, queridos Compañeros. Pues la Palabra de Dios es Vida y laVida es un crisol en el cual todo se hace uno e indivisible; todo permanece en perfecto equilibrio y todo es digno de su autor, la Santa Trinidad. 

                ¡Cuánto más digno debe ser para vosotros! Nunca seáis cribadores, queridos Compañeros, y adquiriréis tal dimensión, tan amplia en extensión y comprensión, que no habrá criba alguna que pueda conteneros. Nunca seáis cribadores, queridos Compañeros. Buscad primero el conocimiento de la Palabra, para que podáis conocer vuestra propia palabra. Y cuando sepáis vuestra palabra, echad al fuego todas vuestras cribas, pues vuestra palabra y la de Dios son la misma, salvo que la vuestra todavía esté cubierta por los velos. Mirdad os pide que retiréis los velos. La Palabra de Dios es el tiempo y el espacio sin medida. ¿Ha habido acaso algún tiempo en que no hayáis estado con Dios? ¿Existe algún lugar en que no estéis con Dios? ¿Por qué cercáis entonces la eternidad con horas y estaciones? ¿Y por qué encerráis el espacio en pulgadas y leguas? La Palabra de Dios es Vida sin necesidad de nacer y, por lo tanto, es inmortal. Entonces,¿por qué vuestra vida está cercada por el nacimiento y la muerte? ¿Acaso no vivís únicamente la Vida de Dios? ¿Y puede lo inmortal ser la causa de la muerte? La Palabra de Dios incluye el Todo. En ella no hay cercas ni barreras. ¿Por qué vuestra palabra está llena de cercas y barreras? Os digo que vuestra propia carne y vuestros propios huesos no son sólo vuestros. Innumerables son las manos que junto a las vuestras se introducen en los eternos depósitos de la tierra y del cielo, de donde vienen y a donde vuelven vuestros huesos y vuestra carne. Ni tampoco la luz de vuestros ojos es solamente vuestra. Ella es también la luz de todos los que comparten el Sol con vosotros.


        ¿Qué podrían contemplar vuestros ojos en mí, sino hubiese luz en mí? Es mi luz la que me ve en vuestros ojos. Es vuestra luz la que os ve en vuestros ojos. Si yo estuviese en la obscuridad total, cuando vuestros ojos me contemplaran, sólo verían una obscuridad total. El aliento de vuestro pecho no es sólo vuestro. Todos aquéllos que respiran o que ya respiraron el aire, están respirando vuestro aliento. ¿No es el aliento de Adán el que todavía respiran vuestros pulmones? ¿No es el corazón de Adán el que todavía late en vuestros corazones? Ni tampoco vuestros pensamientos son sólo vuestros. El mar de los pensamientos los reclama como suyos, y también los seres pensantes que con vosotros comparten ese mar.Vuestros sueños no son sólo vuestros. Todo el universo está soñando vuestros propios sueños. Ni tampoco vuestras casas son solamente vuestras. Ellas son también la residencia de vuestro huésped, de la mosca, del ratón, del gato, y de todas las criaturas que compartenla casa con vosotros. 

             ¡Cuidado, pues, con las cercas! Cuando cercáis algo, ponéis el engaño dentro de ella ydejáis la verdad fuera. Y cuando os volvéis para veros dentro de la cerca, os encontráisfrente a la muerte, que es otro nombre del engaño.Inseparable de Dios, ¡oh, monjes!, es el Hombre. Inseparable, pues, de sus semejantes yde todas las criaturas que proceden de la Palabra.La Palabra es el océano, vosotros sois las nubes. ¿Y la nube no es acaso nube por lo quecontiene del océano? Y en verdad, poco juicio tendría la nube que desperdiciase su vidapara afianzarse en el espacio, con objeto de conservar su forma y su identidad parasiempre. ¿Qué resultado cosecharía con estos vanos esfuerzos, sino esperanzas deshe-chas y una amarga vanidad? A no ser que se pierda, no se podrá hallar. A no ser quemuera y desaparezca como nube, no podrá encontrar el océano que tiene en sí misma yque es Su único ser.El hombre es una nube que contiene a Dios en sí mismo. A no ser que se vacíe a sí mismo, no podrá encontrarse. ¡Y qué alegría la de vaciarse!A no ser que os perdáis para siempre en la Palabra, no podréis comprender la Palabraque está en vosotros, vuestro «yo». ¡Ah, qué alegría la de perderse!Una vez más os digo, orad pidiendo Comprensión. Cuando la Sagrada Comprensiónpenetre en vuestros corazones, nada habrá en la inmensidad de Dios que no haga vibraren vosotros una alegre respuesta, cada vez que pronunciéis «yo».Y entonces la propia muerte pondrá en vuestras manos el arma con la cual venceréis a lamuerte. Y entonces la vida colocará en vuestros corazones la llave que abre su corazónsin límites, la llave de oro del Amor.


SHAMADAM (Haciendo alusión a la posición de Mirdad como sirviente): Nunca soñé que tanta sabiduría pudiese ser extraída de un paño de cocina o de una escoba.

MIRDAD: Todo es fuente de sabiduría para el sabio. Para aquél que no es sabio, la propia sabiduría es locura.

SHAMADAM: Tienes una lengua hábil, sin duda. Es sorprendente que la hayas refrenado durante tanto tiempo; si bien tus palabras son muy duras de oír.

MIRDAD: Mis palabras son muy suaves, Shamadam.Tu oído es el duro. Desdichados aquéllos que, oyendo, no oyen y, viendo, no ven.

SHAMADAM: Yo oigo y veo muy bien. No oiré, sin embargo esa locura de que Shamadam es lo mismo que Mirdad; de que el amo y el criado son iguales.